Vivimos
en una sociedad que genera cada vez más estrés y junto al sedentarismo y una
alimentación incorrecta, constituyen la base de múltiples enfermedades,
incluido el cáncer. En este artículo queremos poner de manifiesto los efectos
negativos del estrés en el organismo.
Dr Carlos Vergés
Area
Oftalmológica Avanzada
En este artículo desarrollamos los conceptos más relevantes sobre el
estrés y su influencia negativa sobre el organismo y para ello lo hemos dividido
en cuatro secciones, la primera trata sobre conceptos generales del estrés, la
segunda y la tercera, sobre cómo el organismo mantiene la homeostasis interna y
cómo se adapta al medio externo, alostasis. La cuarta sección y quizás la más
importante, trata del efecto crónico del
estrés, lo que conocemos como Síndrome metabólico por estrés crónico. La quinta
y última hace un esbozo de cómo afrontar el estrés crónico y damos algunas recomendaciones
para mitigar sus efectos negativos.
Recomiendo la lectura completa pero, para los más estresados, podéis
pasar directamente al apartado cuatro, el que trata el síndrome metabólico por
estrés crónico y, seguro que esta lectura no os deja indiferentes.
I.- INTRODUCCIÓN. QUÉ
ES EL ESTRÉS.
Se calcula que 2/3 de los pacientes que acuden a la consulta
médica sufren síntomas relacionados con el estrés. El estrés no se debe a un
suceso en concreto sino a la reacción que pone en marcha el organismo frente a
una situación de emergencia. El término estrés fue acuñado en el siglo pasado
por el fisiólogo Walter Cannon, como una respuesta automática de conducta de
huida del organismo ante una situación de peligro.
Lo que en un momento de la evolución fue positivo para el
hombre, una rápida respuesta del organismo frente a una amenaza (era
paleolítica), se ha convertido en algo negativo en nuestros días ya que
seguimos sufriendo estímulos que desencadenan una respuesta de estrés pero, la
forma de reaccionar ya no es la conducta de huida, no hay gasto de energía,
ahora esa energía desencadena una serie de cambios en nuestro organismo que son
la causa de muchas enfermedades.
Para algunos autores, la mejor forma de prevenir las
enfermedades consistiría en aproximar ambas posiciones, buscar un estilo de
vida en nuestro mundo actual, que se adaptara mejor a la forma de funcionar de
nuestro organismo, es lo que se conoce como medicina evolucionista o
darwiniana, que se inicia con R.M. Ness
y C. Williams, en 1991, con la publicación The
Dawn of Darwinian Medicien.
Ante un estímulo
amenazante se activa una serie de núcleos del sistema límbico del cerebro,
fundamentalmente el hipotálamo, el
hipocampo y la amígdala. Estas estructuras desencadenan una doble
respuesta, una más rápida, a través del sistema nervioso vegetativo, con
descarga de adrenalina y noradrenalina y otra más lenta pero más duradera, a
través del sistema hormonal, mediada fundamentalmente por el cortisol.
Como vemos, la respuesta del organismo se inicia en el
cerebro y es importante saber que esta respuesta no se da sólo ante la llegada
de un estímulo amenazante, sino que estará presente siempre que el cerebro
evoque una situación amenazante, estresante, que se haya producido en el pasado
(de forma consciente o inconsciente), incluso puede suceder que la respuesta
cerebral de estrés se active con el solo hecho de pensar las cosas malas que
nos pueden pasar a lo largo del día, (llegaré al trabajo y me encontraré con el
jefe que me echara una bronca).
La sociedad actual se caracteriza por generar un nivel de
estrés muy elevado, especialmente por aspectos culturales, todos queremos más
de lo que tenemos, todo cuesta mucho más conseguirlo y nos lleva a un estado de
frustración y ansiedad que genera un cuadro de estrés crónico que conduce a la
enfermedad y, como hemos dicho anteriormente, si esto se acompaña de
sedentarismo y mala alimentación, se producen una serie de cambios que conducen
a lo que hoy llamamos, Síndrome metabólico por estrés (SME)
El SME se caracteriza por provocar una serie de alteraciones
y enfermedades que suelen ir asociadas: obesidad abdominal, diabetes,
hipertensión, dislipemia, estrés oxidativo, tendencia a la coagulación de la
sangre (estado protrombótico) y estado inflamatorio generalizado.
Para entender mejor qué es el SME, es necesario que veamos
primero, (1) cómo el organismo mantiene sus constantes internas, (2) cómo se
adapta a situaciones cambiantes en el exterior y luego, (3) la respuesta
generalizada ante el estrés crónico.
II.- HOMEOSTASIS
INTERNA Y ESTRÉS.
La homeostasis es un intento del organismo por mantener las
condiciones fisiológicas internas frente a los estímulos cambiantes que llegan
del exterior.
1.- Homeostasis hidro-salina e hipertensión.
Ante una ingesta importante de sal, aumenta su concentración
en los líquidos internos, algo que es detectado a nivel central (cerebro),
desencadenando una respuesta doble, sensación de sed, para beber más y diluir
el nivel de sal y el bloqueo de la orina, para evitar la eliminación de líquido
y contribuir a la dilución de la sal.
Recordemos que en el paleolítico, nuestros antepasados
comían frutas y vegetales y pocos alimentos ricos en sal, por ello la genética
desarrollo mecanismos para aprovechar la poca sal que se ingería así como
mecanismos para evitar que se eliminará rápidamente.
El problema lo tenemos ahora, ingerimos mucha más sal pero,
seguimos manteniendo los genes ahorradores de sal, lo cual hace que se disparen
los mecanismos de control pero, si el exceso de sal se mantiene en el tiempo,
el control se va haciendo cada vez menos efectivo, se produce un “estrés
hidrosalino” con movilización de la hormona ADH, sistema renina-angiotensina y
la aldosterona. El resultado final es la elevación de la presión arterial, la
hipertensión que ocasiona alteraciones cardiovasculares. Actualmente se recomienda
no ingerir más de 3.0 g de sal al día
Un hecho que suele pasar desapercibido es que la personas
mayores o en situaciones de máximo esfuerzo
o por acción de la altura, se reduce la sensación de sed y se produce
una situación de deshidratación crónica que desencadena un estrés hídrico
crónico, con síntomas de fatiga, dolores musculares, articulares e
irritabilidad, un cuadro que puede confundirse con otras enfermedades
degenerativas del sistema nervioso propias de una edad avanzada y que podría
solucionarse simplemente con una ingesta correcta de agua.
2.- Homeostasis de la glucosa y diabetes.
La glucosa en sangre no debe superar los 150 mg/dL o, 102
mh/dL en ayunas y si esto sucede, se afecta la estructura y funciones de las
proteínas, especialmente las glicoproteínas, las que están unidas a ciertos
hidratos de carbono. Un exceso de glucosa en sangre conduce a una excesiva
glicosilación de estas proteínas, alterando sus funciones y con ello, diversas
regiones del organismo.
En condiciones de carencia alimenticia, cuando la glucosa en
sangre desciende, el hipotálamo reacciona y activa la secreción de dos
hormonas, glucagón y adrenalina, que se encargan de obtener glucosa a partir de
los depósitos hepáticos de glucosa y estimulando su fabricación a partir de las
proteínas, respectivamente. El glucagón, además, trasforma grasas en acetona,
una especie de sucedáneo de la glucosa, para ayudar a obtener energía ante los
déficits importantes de glucosa.
Cuando se produce la situación contraria, exceso de glucosa,
se activan las células beta del páncreas, segregando la hormona insulina, que
estimula el paso de glucosa al interior de las células en todo el organismo
para su utilización inmediata, generando la energía que necesitamos en cada
momento. La glucosa sobrante, la que no se utilizó y permanece en el torrente
sanguíneo, será conducida hacia el hígado y los músculos en forma de depósitos
de glucógeno, para ser utilizada en una fase posterior. Si el exceso de glucosa
es muy grande, la insulina estimula el metabolismo
de la glucosa para que finalmente se convierta en grasa. Se trata de aprovechar
toda la glucosa, un mecanismo de aprovechamiento de glucosa heredado de la
época paleolítica, cuando no siempre se disponía de alimentos y era necesario
ahorrar esa fuente de energía tan valiosa.
Uno de los aspectos importantes en la homeostasis de la
glucosa, es la gran variabilidad entre los individuos en la capacidad de la
insulina para regular el metabolismo de la glucosa. Algunas personas son
resistentes a la insulina y están más expuestas a padecer diabetes, porque
tienen mayor dificultad para introducir la glucosa que circula en sangre hacia
el interior de las células así, el páncreas detecta los niveles cada vez más
altos de glucosa y segrega más insulina, produciendo un efecto de
hiperinsulinemia que ocasionará alteraciones importantes, como la hipertensión
y la ateroesclerosis, obesidad, al fomentar la conversión de glucosa en grasa,
y todos los efectos negativos de la glicosilación de la glucosa.
La mejor forma de prevenir la hiperglucemia es ajustar el
ingreso de glucosa en el organismo mediante el control de la dieta y, mediante
el ejercicio físico moderado (mínimo 45 min), ya que consume glucosa sin necesidad
de movilizar insulina.
Sabemos que los obesos son candidatos a padecer diabetes,
especialmente aquellos en los que la grasa se acumula en la cintura, con
perímetros abdominales superiores a 102 cm en hombres y 88 cm en mujeres.
3.- Homeostasis del
colesterol e hipercolesterolemia.
Hay dos tipos de lipoproteínas que fijan el colesterol en su
molécula, la LDL y la HDL. La HDL arrastra el colesterol desde las arterias y
lo lleva al hígado para que sea metabolizado, de esta manera no se registran
niveles altos de colesterol en sangre, por eso lo llamamos colesterol “bueno”,
mientras que las LDL, cuando se oxidan, introducen el colesterol en las
arterias, favoreciendo la formación de ateromas, por eso las LDL lo denominamos
colesterol “malo”.
El colesterol en sangre no debe superar los 200 mg/dL, pero
tampoco debe estar con valores muy bajos, ya que es necesario por ser un
componente básico de las hormonas y de las membranas celulares, especialmente
de las neuronas, por eso es preciso garantizar un mínimo de grasas en la dieta,
30% de lo ingerido.
Si hubiera un déficit de colesterol, se detectaría por las
enzimas del hígado HMGS, que inmediatamente estimulan la síntesis de colesterol a partir de la
glucosa. En el caso contrario, cuando se produce el incremento de colesterol,
se inhibe la acción de la HMGS del hígado y se ralentiza la síntesis de
colesterol, intentando reducir su nivel en sangre, buscando equilibrar la
homeostasis.
Hemos dicho que no es recomendable tener niveles de
colesterol en sangre superior a los 200 mg/dL. La sobrecarga de grasa en los alimentos
provoca que falle el mecanismo de metabolización de esa grasa en el hígado,
iniciándose su acumulación en el organismo, especialmente en las arterias y en
el propio hígado.
El colesterol se va depositando en la pared de las arterias,
reduciendo su calibre, hasta que un día, por un factor desencadenante, como un
gran esfuerzo o un fuerte disgusto, la placa de grasa se rompe y se inicia un
proceso de coagulación en esa zona que acaba obstruyendo el vaso sanguíneo, un
trombo. Si esto se da en el corazón tenemos un infarto y si es en el cerebro,
un ictus.
No todas las personas tienen la misma capacidad para
metabolizar la grasa de los alimentos así como para evitar que se formen placas
de colesterol en las arterias, por ello hay personas más susceptibles a la
ateroesclerosis y a los accidentes vasculares (factores genéticos y
epigenéticos).
Para prevenir los efectos negativos del colesterol, se
recomienda una ingesta donde las grasas no supere el 30% de lo que ingerimos,
combinando la relación de ácidos grasos omega-6 y omega-3 en una proporción
de 5/1. Las grasas trans son las más
perjudiciales ya que no solo aumentan el colesterol malo, el LDL, sino que
también reducen el colesterol bueno, el HDL, el que elimina el colesterol de
las arterias. La grasas trans, se forman por hidrogenación de las grasas
vegetales, grasas insaturadas que se obtienen de forma artificial, como las
margarinas o las grasas utilizadas en bollería.
Las grasas saturadas incrementan los niveles de LDL peor no
afectan los niveles de HDL, son perjudiciales aunque no tanto como las grasas
trans polisaturadas. Las encontramos en las carnes de animales, especialmente
carnes rojas. Las grasa insaturadas y especialmente las poliinsaturadas, son
las que aportan colesterol bueno, HDL y las encontramos en el pescado azul,
frutos secos y aceite de oliva virgen (primera prensada).
Otra fuente de grasas en el organismo es la que deriva del
metabolismo de los hidratos de carbono que acaban transformándose en glucosa y
como hemos visto anteriormente, su exceso, la acción de la insulina, la
convierte en grasa, incrementando los depósitos de grasa del organismo.
La mejor forma de prevenir la acción negativa de los
hidratos de carbono sobre el colesterol, es consumir aquellos alimentos que
aportan carbohidratos y fibra, como las frutas y vegetales, especialmente
cuando estos alimentos no son cultivados (hay más fibra), arrastran el
colesterol y disminuyen los niveles de LDL en sangre. Por otra parte hay que
intentar potenciar los alimentos con carbohidratos de asimilación lenta (bajo
índice glucémico), como el arroz integral y evitar los que inducen altos
niveles de glucosa en sangre (alto índice glucémico), como el arroz blanco y el
pan y la pasta de harina refinada. Estos últimos provocan niveles altos de
glucosa y disparan la secreción de insulina, favoreciendo la trasformación de
la glucosa sobrante en grasa.
La grasa se acumula en los adipocitos, provocando la
obesidad pero, también se deposita en el hígado, músculos, arterias y el
corazón, desencadenando la degeneración grasa del hígado, fallos en el
miocardio y la formación de ateromas en las arterias.
4.- Homeostasis del
ácido úrico y gota.
El ácido úrico deriva del metabolismo de los ácidos
nucleicos, ADN (material genético) y se elimina por la orina. Se recomienda que
sus valores estén entre 5 y 7 mg/dL. Los niveles muy bajos son negativos porque
mientras se sintetiza el ac. úrico, se neutralizan gran cantidad de radicales
libres, es decir tiene un efecto antioxdidante. Si se superan los valores
anteriores, hace que el ac. úrico precipite
en forma de uratos en las articulaciones, provocando inflamación y
artritis, lo que se conoce como gota.
Uno de los efectos secundarios del ac. úrico es el
incremento de la presión arterial y esto viene de la época en que se inició la
bipedestación. Al erguir el tronco y subir la cabeza, se necesitaba una presión
arterial extra para hacer llegar la sangre a la cabeza y no sufrir una
hipotensión, una lipotimia, que hubiera sido fatal en el momento de huida ante
una amenaza o saltando entre las ramas de los árboles. Genéticamente se
seleccionaron aquellos individuos en los que desapareció la enzima uricasa, que
impedía la oxidación del ac úrico, aumentando su nivel en sangre y favoreciendo
así el incremento de presión en sangre y su llegada al cerebro. Hoy no
necesitamos ese plus de presión y lo único que conseguimos con la hiperuricemia
es contribuir a la hipertensión sanguínea y a sus consecuencias nefastas sobre
el sistema cardiovascular.
Los principales factores que agravan el estrés
hiperuricémico son, una dieta de elevada densidad calórica, la ingestión excesiva de alimentos ricos en
purinas y, también los alimentos ricos en fructosa (más adelante veremos
porqué) y algunos edulcorantes. Hay que tener especial cuidado con las carnes
rojas, las vísceras y los mariscos.
5.- Homeostasis de
antioxidantes, envejecimiento y cáncer.
La oxidación de las moléculas de las células del organismo,
es el mecanismo más importante que explica el envejecimiento. Los agentes
oxidantes derivan del oxígeno, son los radicales libres (RLO). No siempre los
radicales libres son negativos, hay una situación en la que son necesarios,
cuando los macrófagos destruyen a las bacterias u otros productos que han
fagocitado para eliminarlos del organismo aunque, la cantidad necesaria para
esta función es mínima.
La única forma de proteger al organismo de los radicales
libres es contrarrestarlos con antioxidantes. Los antioxidantes que circulan en
el organismo tienen una doble procedencia, en parte se generan a nivel interno
y en parte provienen del exterior, de los alimentos, destacando las vitaminas C y E, los carotenoides, selenio y los
flavonoides y poliflavonoides.
Sabemos que la replicación celular está sujeta a cambios,
pequeños cambios o mutaciones, que pueden modificar las funciones celulares o
su capacidad de reproducción. También sabemos que hay factores que favorecen
estos cambios, especialmente la presencia de radicales libres, bajo los efectos
de las radiaciones solares ultravioletas, algunos tóxicos y con alimentos ricos
en grasas saturadas y pobres en fibras. Este mismo efecto se ha visto bajo la
acción de ciertas hormonas, como los estrógenos, que favorecen la aparición de
cáncer de mama y de endometrio o de hormonas como los andrógenos, que favorecen
el cáncer de próstata en los hombres.
Los estudios de epidemiología del cáncer señalan que estos
factores desencadenantes de las mutaciones genéticas, actúan básicamente a
través de mecanismos epigenéticos, es decir, modificando la expresión de
determinados genes que favorecen el crecimiento de células mutadas. La
radiación UV, las hormonas y las grasas saturadas, provocan la activación de
los genes responsables del cáncer y además actúan sobre los mecanismos de
defensa encargados de eliminar las células anómalas, favoreciendo el
crecimiento tumoral y su diseminación, metástasis.
Los radicales libres tienen una gran actividad sobre los
telómeros del ADN, los van acortando y aceleran el proceso de envejecimiento.
Los lípidos poliinsaturados de nuestro organismo son también
muy susceptibles al estrés oxidativo, se produce la lipoperoxidación de las
estructuras lipídicas, alterando la estructura y funciones de estas moléculas
(se produce el enrarecimiento de nuestras propias grasas). Sobre los lípidos
que provienen del exterior, de la dieta, tienen un efecto indirecto muy
negativo, los radicales libres oxidan el colesterol LDL, favoreciendo que el
colesterol penetre en la pared de las arterias, favoreciendo la aparición de
ateroesclerosis (envejecimiento) y la formación de ateromas que acabaran con una
trombosis.
Para contrarrestar el efecto de los radicales libres es
necesario potenciar los niveles de antioxidantes, tanto los que se generan
internamente como los que provienen del exterior, de los alimentos que
ingerimos. El ejercicio físico es fundamental para esto, cuando se realiza de
forma moderada, durante un mínimo de 45 minutos y diariamente, se generan
antioxidantes que ayudan a neutralizar los radicales libres que hay en nuestro
organismo. Es importante saber que cuando se realiza esfuerzo físico de forma
no regular y muy intenso, el efecto beneficioso se invierte. Durante este tipo
de ejercicio (la paliza que se dan algunos el domingo), se produce un estrés
que todavía induce la formación de más radicales libres, empeorando todavía más
el desequilibrio oxidativo.
Actualmente se puede medir el estrés oxidativo midiendo la
oxidación de las grasas corporales (lipoperoxidación) o midiendo la producción
de malondealdehido (MDA) y tiobarbituratos (TBARS). Otra forma de evaluar el
daño de los radicales libres sobre el colesterol malo, LDL, es determinando las
LDL oxidadas y las proteínas oxidadas. También se puede medir mediante
colorimetría la capacidad antioxidante
del plasma sanguíneo.
III.- HOMEOSTASIS AL
MEDIO EXTERNO Y ESTRÉS.
La homeostasis al medio externo también se conoce como
alostasis, un término acuñado en 1988 por Sterling y Eyer, que lo definieron
como “el conjunto de mecanismos que permiten a cualquier ser vivo, adaptarse
beneficiosamente ante diversas circunstancias perturbadoras, estresantes o
letales”. Esto se consigue variando algunos parámetros de su medio interno.
1.- Homeostasis y
altitud.
Uno de los ejemplos más característicos es la adaptación a
la altitud. En estos casos hay un déficit de oxígeno en el aire y en cuanto el
organismo lo detecta, se pone en marcha un mecanismo para contrarrestar esta
situación, estrés alostático: se vacían los depósitos de glóbulos rojos,
especialmente en el bazo, que pasan a la sangre y con ello se incrementa el
trasporte de oxígeno hacia las células. Paralelamente, mediante una señal
nerviosa, a través del sistema simpático, se incrementa el ritmo cardiaco y se
acelera la velocidad de la sangre así como el ritmo y profundidad de la
respiración, para captar más oxígeno y que llegue rápidamente a todos los
tejidos del organismo.
Cuando la altitud se mantiene largo tiempo, el organismo
pone en marcha otro mecanismo de regulación a más largo plazo, la secreción en
el riñón de la hormona eritropoyetina (EPO), que estimula la producción de más
eritrocitos, pasamos de 4.5 millones de glóbulos rojos a, 5.5 o 6
millones, y de esta forma se trasporta
más oxígeno a los tejidos. El EPO es la substancia que utilizan muchos atletas
para doparse y mitigar los efectos del
cansancio por falta de oxígeno. Es una situación grave, porque aumenta rápidamente
la población de hematíes sin dar tiempo al que el organismo se adapte. Este
aumento provoca una sangre más espesa y fácilmente puede obstruir un vaso
alterado o de pequeño calibre, ocasionando un infarto o un ictus.
2.- Homeostasis del ayuno y la abundancia.
En situaciones de ayuno prolongado se reduce la cantidad de
grasa corporal, grasa que es utilizada para generar energía. Ante esta
situación de carencia y movilización de los depósitos de grasa, se produce la secreción
en las células grasas de una hormona llamada leptina (de leptos, delgado en
griego). Cuando los núcleos cerebrales encargados del control del hambre,
detectan el descenso de leptina, interpretan que hay una falta de nutrientes y
activan un mecanismo de emergencia. Inicialmente se genera la sensación de
hambre, luego se reduce la actividad motora, tenemos menos ganas de movernos.
Se desinhibe el sistema simpático, desencadenando hipotensión, descenso del
ritmo cardiaco y descenso de la producción de energía por parte del organismo,
es decir, un mecanismo ahorrador de combustible.
Heredado de la era paleolítica, donde lo que predominaba era
el ayuno y la falta de alimento, la selección natural ha potenciado la
estructura genética que busca acumular energía para los periodos de carencia,
aumentar las reservas de grasa. Estos genes inhiben la sensación de saciedad,
tanto inmediata, ante una comida profusa, como ante un exceso de reservas en un
obeso, y permiten que sigamos comiendo aunque ya no necesitemos más nutrientes,
son los “genes ahorradores” o thriflly genes, descubiertos por el genetista
Neel, que desactivan la señal que envía la leptina, ahora con niveles altos,
que generarían la señal de saciedad para no ingerir más alimento.
Esta ventaja en la era paleolítica se ha convertido en un
problema en nuestros días, especialmente en el mundo occidental, donde no hay
escasez de alimentos y el exceso de comida, especialmente grasa y dulces, hace
que el organismo los trasforme en grasa favoreciendo la obesidad. La presencia
de genes ahorradores es variable en los distintos individuos de la población
así, aquellos que los han heredado (entre un 30 y 50 % de la población actual),
tendrán una gran dificultad para no caer en la obesidad, son aquellas personas
que pese a las dietas siempre engordan.
Paralelamente, el exceso de glucosa determina la salida de
insulina y en estos individuos, la mayoría de ellos insulinoresistentes,
provoca que el nivel de insulina vaya creciendo, ya que persisten altos niveles
de glucosa en sangre al no poder entrar en las células. La hiperinsulinemia
favorece todavía más la acumulación de grasa en el tejido adiposo. Esto era un
mecanismo que permitía a nuestros ancestros acumular grasa, no solo de la grasa
de los alimentos que ingerían, sino directamente de la glucosa, ya que en esa
época los alimentos más abundantes eran frutas y vegetales, ricos en glucosa y
bajos en grasas.
Hay que recordar que la ingesta importante de frutas produce
fructosa y esta se metaboliza produciendo ácidos grasos y triglicéridos, que se
pueden acumular en las células hepáticas y producir lo que conocemos como
degeneración grasa del hígado. Paralelamente, cada molécula de fructosa que se
metaboliza en el hígado, consume tres moléculas de ATP y el problema es que los
restos de ATP consumido se trasforman en ácido úrico, incrementando sus niveles
en sangre (por no poder ser metabolizado correctamente al faltar la enzima
uricasa).
Este efecto negativo de la fructosa cuando se ingiere en
cantidades excesivas, es importante conocerlo porque sin saberlo, consumimos
más fructosa de lo que pensamos, directamente con la fruta y la miel e
indirectamente con los azucares refinados, en su mayoría con el 50% de fructosa
y glucosa, o los azucares que se utilizan en bollería y pastelería o para
edulcorar ciertos alimentos.
Otro efecto importante del ayuno prolongado, heredado de la
era paleolítica y que sólo afecta a las mujeres, es la inhibición de la
fertilidad y si la situación de carencia de alimento se mantenía mucho tiempo,
se pérdida la sensación de hambre e incluso se podía acompañar de una cierta
sensación de bienestar asociada al ayuno. Se trata de un mecanismo de defensa
ante la propia percepción de la delgadez, no se encuentran “feas”. Este efecto
proviene de la edad paleolítica, cuando en las grandes migraciones había
escasez de alimentos y las hembras desarrollaron este efecto psicológico que
les permitía aceptar su degradación física.
Hoy se sabe que este fenómeno de adaptación, de alostasis,
se produce en los núcleos cerebrales: locus cerúleo y en núcleo acumbes. Se
altera la percepción de la delgadez e incluso hay un mecanismo placentero ante
esa delgadez. Esto supone la base de lo que hoy conocemos como anorexia y
sabemos que es un mecanismo que se dará toda la vida y por ello, ante las
personas que han sufrido anorexia, hay que estar vigilantes toda la vida,
porque en la mayoría de casos esta propensión a la delgadez se dará siempre y
en cualquier momento pueden iniciar nuevamente una dieta extrema o los vómitos
para adelgazar sin límite. Por otra parte, sabemos que es en la pubertad cuando
suele iniciarse la anorexia, ante problemas psicológicos, aceptación del grupo
o de la familia, etc, situaciones que activan estos genes ahorradores y se
inicia el ayuno y la autosatisfacción por la delgadez extrema.
Como curiosidad, es interesante saber que uno de los hechos
que determinó la selección de individuos con genes ahorradores en la era
paleolítica, fue el favorecer la selección de los individuos con resistencia a
la insulina, porque se incrementaba el nivel de glucosa en sangre y hoy sabemos
que la glucosa actúa como un anticongelante natural así estos individuos
pudieron adaptarse mejor a los periodos de glaciación con frio extremo.
4.- Obesidad e inflamación.
Hoy en día damos prioridad al índice de masa corporal IMV,
más que al peso en sí mismo. Se calcula dividiendo el peso en kilogramos por la
talla en metros al cuadrado. Si medimos 1.72 y pesamos 80 kilos, el IMC es
80/2.96 = 27.7. Con los valores de IMC, se considera delgadez a partir 18.5 y
el sobrepeso a partir de 25 y la obesidad a partir de 30, (hombres y mujeres a
partir de los 18 años).
También sabemos que no sólo es importante el incremento del
IMC, sino donde se acumula la grasa. Cuando el acúmulo de grasa es mayor en el
abdomen respecto a la periferia (caderas y piernas), el riesgo de patologías es
mayor. Un perímetro abdominal superior a 102 cm en hombres y 88 cm en mujeres,
incrementa x 5 el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La fisiopatología del tejido adiposo pone de manifiesto que
cuando se sobrepasa el límite de expansión del tejido adiposo, la grasa que
vamos ingiriendo se ira acumulando en otros tejidos, como músculos, hígado y
musculatura cardiaca, ocasionando una reacción inflamatoria que puede alterar
en mucho su estructura y funcionalismo (insistiremos en este fenómeno más
adelante).
El exceso de grasa en los adipocitos estimula la producción
de una hormona defensora, la adipocitoquina, que manda una señal que activa a los
macrófagos para que reconozcan a estos adipocitos como células extrañas a las
que hay que eliminar, lazando un ataque sobre ellas para destruirlas,
produciendo mediadores de la inflamación que inducen un estado de inflamación
crónico y generalizado.
IV.- RESPUESTA GLOBAL
ANTE EL ESTRÉS Y SÍNDROME METABÓLICO.
Tras analizar cómo se equilibra el organismo tanto a nivel
interno como ante los cambios del medio externo y ver las respuestas
específicas frente al estrés, ahora estamos en condiciones de revisar cómo
reacciona el organismo ante una situación de estrés continuada, el estrés
crónico, lo que hemos denominado, Síndrome metabólico del estrés crónico.
Lo primero que debemos saber es que una situación de estrés
de larga duración, estrés crónico, desencadena una serie de cambios entre los
que destacan: dolor crónico, migrañas, úlceras, taquicardia, hipertensión,
problemas cardiacos, diabetes, asma, obesidad, hiperlipidemia, impotencia,
infertilidad, enfermedades autoinmunes, enfermedades de la piel, retraso del
crecimiento en niños y el cáncer. Veamos con más detalle cada uno de estos
aspectos.
1.- Cambios
metabólicos.
El estrés actúa a nivel metabólico de muchas maneras, aunque
tiene dos vías principales, la respuesta del sistema vegetativo, con
movilización de catecolaminas: adrenalina y noradrenalina y la respuesta del
sistema hormonal hipotálamo-hipofisario, con movilización de cortisol.
El incremento de catecolaminas en el estrés crónico actúa
sobre las células adiposas del abdomen, metabolizan sus depósitos grasos y los
vierten a la sangre en forma de ácidos grasos. Estos niveles altos se mantienen
ya que no se consumen por no haber un mayor requerimiento de gasto energético
(no hay conducta de huida), no hay esfuerzo físico. Los ácidos grasos de la
sangre, en parte, regresan al hígado y en parte van a otras regiones del
organismo. Los que regresan al hígado se trasforman nuevamente en triglicéridos,
acumulándose en su interior y desencadenando lo que conocemos como degeneración
grasa del hígado. El resto de ácidos
graso que circula por la sangre se dirigen a otras regiones del organismo, infiltrando
el tejido muscular o depositándose nuevamente en los adipocitos de la grasa
abdominal.
1.1.- Ateroesclerosis
y formación de trombos. La falta de ejercicio y el exceso de alimentos
grasos y dulces, favorece el incremento de colesterol en sangre, especialmente
el LDL, que se deposita en las arterias y debido a la acción de los radicales
libres del organismo, penetra en la pared del vaso, formando los ateromas y la
ateroesclerosis. Ante una situación extrema, por cansancio excesivo o por un
disgusto, se generan una gran cantidad de radicales libres que puede romper el ateroma, induciendo la
coagulación de la sangre en ese punto, acabando de obstruir el vaso, una
trombosis, con las consecuencias que eso conlleve en función del vaso afectado
(infarto de miocardio en el corazón o ictus en los vasos cerebrales).
Actualmente sabemos que los niveles elevados de
catecolaminas y cortisol, elevados en el estrés crónico, favorecen un estado de
mayor coagulabilidad de la sangre, lo que se conoce como estado pretrombótico,
que todavía favorece más la formación de trombos, sumándose a lo dicho
anteriormente.
La inflamación generalizada de estos pacientes con síndrome
metabólico, también activa los macrófagos para que fagociten los depósitos de
colesterol en los vasos sanguíneos, se transforman en las conocidas células
espumosas, cargadas de grasa, que todavía favorecen más la formación de
ateromas y el fenómeno de la trombosis. La inflamación, sus mediadores, las
citoquinas, también hacen que proliferen las células musculares en la pared de
los vasos, engrosándolas y redundando todavía más en el fenómeno trombótico.
1.2.- Adipogénesis.
La activación del sistema simpático en el estrés crónico, entre los múltiples
efectos que desencadena, produce el incremento de los niveles de uno de los
mediadores de este sistema, el neuropeptido Y (NPY), que juega un papel
importante en la obesidad relacionada con el estrés crónico. El NPY se libera
especialmente ante un exceso de alimentos grasos y dulces, directamente sobre
las células adiposas y allí actúa sobre los receptores Y2 que estimulan la formación
de nuevas células adiposas a partir de precursores, preadipocitos, y facilitan
su llenado de grasa (adipogenesis) y además estimula la vascularización de esa
zona, para facilitar el crecimiento de nuevas células, adipocitos,
(angiogénesis). El resultado final es el incremento de la masa grasa,
especialmente a nivel abdominal, ya que los adipocitos de esta zona son las que
tienen más receptores Y2.
1.3.- Inflamación
crónica. Esta situación ocasiona la trasformación de las células adiposas,
las que están llenas de grasa, se rompen y liberan adipocitoquinas, con
capacidad inflamatoria y responsables de generar un ambiente local de
inflamacion, que favorece la fibrosis de los tejidos a ese nivel (lo que conocemos como celulitis) y por otra
parte, son responsables del estado de inflamación generalizada que padecen
estos sujetos, con gran producción de radicales libres y estrés oxidativo.
Actualmente sabemos que la hiperalimentación potencia la
respuesta del cortisol y este exceso de cortisol también influiría en la
activación de la secreción del NPY, favoreciendo todavía más sus efectos
negativos, mayor producción de adipocitos y
respuesta inflamatoria subsiguiente. Parece que este circuito de
activaciones está muy influido por factores epigenéticos que activarían la
expresión de los genes que sintetizan el NPY.
2.- Inflamación
sistémica.
Acabamos de ver como el metabolismo de los adipocitos, el
estrés, la sobrealimentación y la falta de ejercicio físico, desencadenan una
reacción de inflamación local y generalizada.
Uno de los elementos básicos para explicar la inflamación
sistémica es la proporción de grasa omega-6 y omega-3, que debe ser de 6-5/1 o
incluso más baja. 4/1 en Japón, con un alto grado de longevidad en su
población. Un desequilibrio con incremento de omega-6, desencadenará un exceso
de grasas saturadas y un alto nivel de radicales libres, provocando una
situación de estrés oxidativo e inflamación sistémica generalizada.
Es importante saber que los complementos de omega-3, su
teórico efecto beneficioso está a debate ya que las moléculas de grasas
poliinsaturadas, como los omega-3, son
muy susceptibles al ataque de los radicales libres que circulan por el
organismo (lipoperoxidación), generando todavía más radicales libres. Los
complementos de omega-3, en su proceso de purificación, pierden el factor
protector que acompaña a los alimentos
naturales ricos en omega-3. Los alimentos naturales con abundantes
grasas poliinsaturadas, tienen unos elementos protectores, con una gran
cantidad de antioxidantes, que previenen la oxidación de sus propias grasas, y
los protegen de la acción de los radicales libres que circulan por el
organismo. Por ello es mejor tomar omega-3 en alimentos naturales y no en
capsulas u otro tipo de suplementos farmacéuticos.
3.- Presión arterial.
Otro de los efectos importantes del incremento de cortisol y
de noradrenalina, base del estrés crónico,
es la acción sobre los mecanismos que regula la presión arterial. Estas
substancias actúan sobe el eje renina-angiotensina del riñón, se produce un
incremento de angiotensina, aldosterona y ACTH y ADH que, retienen agua en el
riñón, reduce el calibre de las arterias y, como resultado final, se produce el
incremento de la presión arterial, incrementando el esfuerzo cardiaco y su posterior
pérdida de eficacia así como el riesgo de hemorragias en la microcirculación de
órganos como el cerebro, riñón o retina.
4.- Sistema
inmunológico.
El estrés crónico también afecta al sistema inmunológico, se
produce una reducción de las defensas y un incremento de ciertas respuestas que
lleva a padecer enfermedades autoinmunes. Es característico de quien lo padece
que sufra frecuentes resfriados, gripes, alergias, asma, colitis ulcerosa, etc.
El deterioro del sistema inmunológico también constituye una de las bases en la
génesis del cáncer.
Para determinar si se ha producido la alteración del sistema
inmunitario se puede analizar el número de leucocitos, subpoblaciones de
linfocitos y células NK, respuesta de los macrófagos, niveles de
inmunoglobulinas, citoquinas e interferón.
5.- Envejecimiento.
Sobre el envejecimiento también tiene una fuerte influencia.
El exceso permanente de cortisol y el desequilibrio en el metabolismo de la
glucosa, permite que actúen los agentes oxidantes, radicales libres, y que
permanezca un estado de inflamación sistémica generalizada que produce la
alteración de los vasos sanguíneos, ateroesclerosis. De la misma forma, el
incremento de radicales libres, atacan los telómeros del ADN, reduciendo la
capacidad replicativa de las células e induciendo cambios en la estructura
genética, mutaciones, que aceleran el envejecimiento y la aparición de cáncer.
6.- Cáncer.
El tema del cáncer constituye un punto conflictivo, pese a
que hay muchas teorías para explicar su aparición, parece claro que la acción
del estrés crónico favorece unas condiciones de ataque a los telómeros,
incremento de mutaciones y depresión del sistema inmunitario, un punto clave,
ya que se produce un descenso de la acción de las células “vigilantes”, las que
detectan células anómalas y su posterior destrucción, como las células
tumorales. Cada vez hay más evidencias de como el cerebro modula señales
neuroendocrinas e inmunológicas que pueden controlar el crecimiento tumoral en
los tejidos.
7.- Perfil de
conducta y estrés.
Hay dos perfiles básicos de conducta, perfiles tipo A y
perfiles tipo B.
- Perfil tipo A: Estos sujetos tienen un
fuerte carácter dominante, son nerviosos y muy activos. En este tipo de
individuos se registran niveles relativamente bajos de cortisol y elevados de
testosterona y DHEA, un perfil que los caracteriza con un alto nivel de
agresividad. La testosterona no causa agresividad por sí misma, solo exagera un
patrón preexistente y potencia la respuesta a una agresión ambiental
desencadenante. Se caracterizan por un predominio del sistema simpático.
La respuesta inmunológica también es diferente, en los sujetos
tipo A respecto a los sujetos tipo B, hay un predominio de la respuesta Th1, de
tipo celular, más efectiva para luchar contra las infecciones, pero con un
aspecto negativo, la aparición de un estado hiperinmune, potenciado por los
bajos niveles de cortisol, que favorece la aparición de inflamación y de
problemas autoinmunes.
- Perfil tipo B.
Son sujetos más calmados, reflexivos y menos activos. Los individuos con este
perfil presentan una elevada reactividad del eje hipofisario-suprarrenal, con
altos valores de cortisol y un aumento de la neurotransmisión de serotonina.
Tienen un predominio del sistema parasimpático. También tienen un hipocampo muy
desarrollado que les proporciona una gran capacidad para almacenar y organizar
la información útil ante cualquier situación de amenaza, guardan memoria de lo
sucedido.
En los individuos tipo B hay un predominio de la respuesta
inmunológica Th2, humoral, muy eficaz en la lucha contra los parásitos pero,
insuficiente para el resto de infecciones, especialmente las virales.
El estrés reduce los niveles de hormonas anabolizantes, como
los andrógenos (testosterona y DHEA), estrógenos, hormona de crecimiento y los
llamados factores de crecimiento (IGF-1) y aumenta la producción de hormonas
catabolizantes como el cortisol, el glucagón y las catecolaminas (adrenalina y
noradrenalina). Este desequilibrio en los mediadores anabólicos-catabólicos,
agrava el estrés crónico, promoviendo la tendencia a la enfermedad y acelerando
el envejecimiento. El principal factor en este escenario es la elevada tasa de
cortisol.
Es importante recordar que el cortisol está especialmente
alto en los individuos con perfil tipo B, por tanto, el estrés determina unos
niveles todavía más altos en estos individuos, mientras que en los individuos con
perfil tipo A, con niveles de cortisol más bajos, el estrés llevará los niveles
de cortisol a valores normales. Esto es
importante tenerlo en cuenta a la hora de realizar determinaciones de cortisol
para evaluar el nivel de estrés en los pacientes, los valores de normalidad
serán diferentes en función del perfil de personalidad.
El incremento de cortisol en el estrés crónico en los
individuos tipo A, favorece la sobrecarga cardiovascular, con fibrosis
miocárdica e hipertensión, hay una mayor tendencia al infarto de miocardio,
agravado por la tendencia de la noradrenalina a la destrucción de las células
musculares miocárdicas, elevada en estos individuos.
En los sujetos tipo B, el incremento del cortisol, produce
acumulación de grasa abdominal, aumento los ácidos grasos y la resistencia a la
insulina, induciendo la aparición de obesidad y ateroesclerosis, con todas sus
consecuencias.
8.- Cerebro.
Deterioro cognitivo y enfermedad neurodegenerativa.
El estrés crónico también tiene un papel fundamental en la
salud del cerebro. Ya hemos visto como el cerebro se encarga de detectar las
situaciones de alarma y cómo regula la respuesta frente a ellas, el problema es
que el cerebro también se convierte en un órgano diana frente a esta respuesta
de estrés crónico. El efecto principal del estrés crónico es el deterioro
cognitivo, sobre el aprendizaje, la memoria, envejecimiento precoz y aparición
de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Sapolsky demostró en el 2003 cómo el estrés severo y
prolongado puede alterar la capacidad de plasticidad y aprendizaje del hipocampo.
Sabemos que un estrés ligero, incluso puede mejorar las capacidades cognitivas,
se estimula la atención y los sistemas de cálculo, nos adaptamos ante una
posible situación de alarma pero, si el estrés se mantiene en el tiempo y se
cronifica, se elevan los niveles de cortisol y se bloquean las funciones de
memoria, movilización de recursos cognitivos y todas las funciones
intelectivas, por acción sobre el hipocampo y especialmente sobre la amígdala,
activando la respuesta emocional, negativa, de miedo y ansiedad, que bloquea la
acción de los lóbulos prefrontales, centro ejecutivo, para analizar y
planificar las respuestas de actuación.
El estrés crónico induce un fallo en nuestras respuestas,
nuestras actuaciones, menos efectivas para resolver problemas, lo cual crea un
círculo vicioso que genera todavía más ansiedad y estrés, y nos acaba llevando
en la mayoría de casos a la depresión. Las alteraciones mentales relacionadas
con el estrés, constituyen la enfermedad ocupacional de crecimiento más rápido
en USA.
El deterioro neurológico se agrava con la acción del estado
inflamatorio sistémico, que también alcanza al cerebro y nervios periféricos,
se produce una afectación de la mielina, desparece y se inician los trastornos
que conocemos como degeneraciones desmielinizantes.
9.- Adicción y
drogadicción.
En esta línea de acciones negativas del estrés crónico destaca
el tema de la drogadicción. El estrés crónico es uno de los principales
responsables del abuso del alcohol, tabaco, ludopatía y otras adicciones. Si bien es cierto que no
todas las personas tienen la misma facilidad para caer en la adicción, cuando
se produce un estrés crónico, se segregan mediadores que utilizan las mismas
vías neuronales que utilizan las drogas para producir su efecto placentero y
adictivo.
La exposición crónica al estrés sensibiliza ciertas vías
neuronales, especialmente las que utilizan la dopamina como neurotransmisor,
produciendo el mismo efecto que los psicoestimulantes, ya que ambos producen el
mismo efecto al utilizar los mismos receptores neuronales, potenciando el
efecto de las drogas y las adicciones en general, se potencia el efecto
placentero que causan las drogas. De la misma manera, una persona que no se
drogue, este efecto del estrés crónico, se traduce en buscar la recompensa
placentera a una subida de glucemia, y eso explica la “adicción” al chocolate,
dulces en general o a comer en exceso o, en otro orden de cosas, a buscar el
placer al apostar, practicar sexo, alcohol y al final, las drogas.
En los consumidores habituales de heroína se produce una
reducción de los opiáceos endógenos que produce el organismo ya que en la
sangre están circulando gran cantidad de sustancias similares, la heroína.
Estos niveles altos de heroína provocan que el organismo no necesite sintetizar
opiáceos como las endorfinas y las encefalinas, los receptores que señalan los
niveles en sangre son “engañados” por la presencia de droga, muy similar a
estas sustancias.
Las endorfina y encefalinas son las sustancias naturales que
segregan el organismo para luchar contra el dolor, llegando a producir incluso
una sensación de bienestar, para que ante el posible daño sufrido en una
agresión, no se bloquee la respuesta de huida, proceso heredado de la era
paleolítica. Cuando a un drogadicto se le retira la heroína, su organismo queda
sin la protección al dolor, no hay opiáceos naturales y la falta de droga deja
expuestos los receptores del dolor, es lo que conocemos como “el mono”, en la
que el drogadicto sufre fuertes e insoportables dolores, incluso por el roce de
la ropa.
10.- Fertilidad y
apetencia sexual.
El estrés crónico también actúa sobre los mecanismos de la
fertilidad, se produce una inhibición en la hipófisis de las hormonas
liberadoras de gonadotrofinas, LH y FSH, tanto en la mujer como en el hombre.
Se produce una inhibición gonadal con reducción de la libido, de la apetencia
sexual y la fertilidad (disfunción eréctil en el hombre).
V.- PREVENCIÓN Y
TRATAMIENTO DEL ESTRÉS CRÓNICO.
En medicina siempre decimos que el mejor tratamiento es una
buena prevención y en este caso también se cumple la norma. En primer lugar se
recomienda emplear Estrategias de evasión. Se trata de evitar
las situaciones que producen estrés, evitar lugares, personas y recuerdos que
nos generan estrés. Recordemos que el estrés está en nuestra mente. En segundo
lugar es recomendable aplicar Estrategias de anticipación. Consisten en
entrenar nuestro cerebro para anticipar situaciones estresantes. Entrenarse
para minimizar las respuestas de estrés ante determinadas situaciones que
sabemos serán estresantes.
Una vez se ha iniciado la respuesta de estrés, se trataría
de aplicar lo que denominamos,
Estrategias de neutralización. Consiste en amortiguar los efectos
indeseables de los mediadores del estrés mediante actividades como el ejercicio
físico, una correcta alimentación o todo aquello que genere antioxidantes que
neutralicen los radicales libres que se producen con el estrés crónico. En esta
línea estarían también los fármacos destinados a tratar el estrés, como los betabloqueantes
o los antidepresivos y ansiolíticos.
Actualmente damos cada vez más importancia al control mental
del estrés, a mejorar la capacidad que tenemos para enfrentarnos y adaptarnos a
circunstancias negativas, lo que se denomina, resilencia. Ya hemos visto que no
hay situaciones estresantes en sí mismas sino que se trata de cómo las vive
cada persona, la susceptibilidad personal al daño. Hay una ecuación que nos
permite calcular el daño que nos puede ocasionar el estrés: consiste en el
cociente entre, e numerador: (tipo de amenaza + vulnerabilidad personal) y el
denominador: (recursos de protección + autoestima + soporte social). Por ello
consideramos que es fundamental la psicoterapia en el tratamiento del estrés.
Para prevenir que el estrés avance y ocasione patologías, se
recomienda la práctica diaria del control de la respiración, la relajación
muscular y a un nivel más elevado, la práctica de yoga, meditación o el
biofeedback. Este último nos ayuda al autocontrol de las respuestas
vegetativas, aprendemos a controlas nuestro sistema vegetativo y luego podemos
ponerlo en práctica ante una situación estresante en la vida real.
Sabemos que el estrés es la fuente de múltiples enfermedades
y físicas y mentales y el problema está en asumir su presencia y en buscar los
medios para controlarlo. Para evidenciar su presencia son de gran ayuda los
medios diagnósticos que disponemos hoy en día, biomarcadores como el nivel de
oxidación o la curva de cortisol, es una forma de objetivar, numéricamente, lo
que está pasando en nuestro interior, al tiempo que permite controlar las
medidas que adoptemos para mejorar. Es difícil valorar la mejora subjetiva por
ello hay muchas personas, pragmáticas, que necesitan esta forma de “ver” la mejora
que a lo mejor ya están sintiendo.
Consideramos que la fórmula de oro es combinar una dieta
correcta con algo de ejercicio, una actitud que ya por sí sola supone un cambio
de actitud que ayudará a reducir el nivel de estrés pero, no hay que engañarse,
en la mayoría de casos será necesario la ayuda de un experto en la materia. La
experiencia nos demuestra que por muy fuerte que sea nuestra voluntad, es muy
difícil superar el estrés crónico y para que sea efectivo a que recurrir a
profesionales que nos ayuden, haciendo un diagnóstico preciso y aplicando una
terapia específica para cada uno.